Ámala para siempre

 Ama suavemente,
tómala de la mano
y llévala muy lejos.
Quizá hasta algún bosque
o a la orilla de un río,
camina hasta el cansancio,
siempre a su lado.

Detente en el paraje
más apartado,
donde sólo el viento 
los acompañe, 
donde las hojas mojadas,
donde el pétalo del lirio,
donde el ave cantora
y el suave rocío
sean vuestros únicos testigos.

Donde vuestro lecho sea
la suave grama
y les sirva de espejo
el cristal del río.

Yo amé de esa manera
y me sentí divino
y llamé al amor: sagrado,
en mi suave delirio.

La acaricié como se acaricia
a los pétalos de rosa
y en su pecho bebí
como en la flor 
la mariposa.

Tú también
toma a tu amada de la mano
y llévala por el sendero
a un lugar remoto
y remonten las colinas
y miren a las nubes
jugueteando en el cielo.

Yo conocí la fiebre loca
que quema los cuerpos
y se extingue pronto,
pero preferí
la caricia perdurable
y olvidándome del tiempo y de la prisa,
amé como te pido a ti que ames.



Ciudad Guayana, 18 de septiembre de 1991.